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Hegemonías partidistas [Encuentro de poesía colegios de la comuna 5. 2008]

El país conservador se deja influenciar por ideas de cambio de cara al futuro que germinan del vientre del siglo XIX criollo, ideas que gota a gota de “pico” se transforman en impulsos irresistibles, comentarios que trajinan en mercados y plazas mayores.

Una impetuosa necesidad impalpable se apodera de las arterias colombianas que aran el corazón del territorio nacional en una búsqueda incesante de aquella esperanza del moderno país industrial.

El presente se hace el avispa’o y deja atrás el recuerdo de una patria boba.

Pasan 90 años de constantes luchas políticas, y Colombia quiere descansar un poco abriendo trochas.

Y como acostumbrándose a olvidar, ignora la realidad de tales muertes pintadas de azul y rojo, para camuflarlas en amarillo, y a lomo de mula esperar con ansias aquel futuro inmediatamente arrollador.

Si en el inicio del quinquenio la hegemonía conservadora soñaba con quebrar en dos hierros la terca tierra colombiana, “Don Lelo Suárez” soñó a su tiempo abrochar en alas y mar el rebelde globo al pico de esta plaza neo-granadense.

Con espera, llega el merecido tiempo. El amarillo oro baña cada pequeña rendija del contemporáneo territorio, y el rojo sangre queda por 4 años segundos olvidado en el rincón invisible del zaguán familiar, el negro petróleo corre como ríos nunca antes vistos, y Colombia impone su sello café en la tapa del mundo ¡Que orgullo campesino!.

El cura y el campesino se bañan en aquel auge económico, mientras el esclero destino desmiente aquella falsa verdad y maquina la posterior jugada. Como si Colombia estuviese condenada en la fantoche historia a solo un respiro por década.

Son los últimos días para el glorioso azul, y sin si quiera gozar por completo, la creciente del negro riachuelo que entonces cobijaba el ego criollo seca poco a poco las esperanzas locales de bonanza. El agujero agranda un poco, y el mundo se desnivela aún más.

Entonces llega la hora del lucido liberalismo, que pisa derechamente arriado por la creciente esperanza obrera. Lo popular se toma el derecho a legislar, y el optimismo se cubre de rojo.

Y mientras profesores pintan el país de nueva educación, Don Olaya Herrera eleva águilas en las cumbres del Perú, y cóndores centinelan en lo alto, exhibiendo su grandeza como el más fehaciente emblema nacional.

La revolución se pone en marcha, y el futuro ve apuñalando con ímpetu la colonia, y entonces el país se prepara de nuevo para una modernización prometedora.

El gobierno rojo pasa con disimulo, sin mas visajes que vigorosas reformas sociales, en la burga brota la envidia y se ve una gesta post-decesora azul antirreformista, apoyada sin notarlo por secuelas de sangre vivases que chicletean de fuera.

Y como puede decir don Piero: “pasa la historia de nuestra nación, siglo tras siglo sin solución”, refutado a su vez por aquel señor, es la idea de progreso, que siempre tiene un problema para cada corrupción, ¡Eh! perdón: solución.

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