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Harold Pinter. Los enanos.

El presente nos tiene confinados a lo pequeño, a apartaestudios, a oficinitas. La modernidad nos hace creer que el mundo es infinito y podemos recorrerlo en una computadora. Los niños en Medellín, por ejemplo, han cambiado los juegos tradicionales de “escondidijo” y “yeimi” que se jugaban en las calles, por plataformas digitales que les permiten interactuar con personas de todas partes del mundo sin moverse del sofá o la cama. Las personas ya no se mueven porque su auto se mueve por ellas, y como en Medellín, ese auto ha pasado de herramienta a símbolo de estatus, cada persona colapsa la ciudad al utilizar el espacio de 10 personas para transportarse generalmente sola. Esta situación cultural la describe el colombiano Jaime Garzón en una conferencia dictada en la Universidad Autónoma de Occidente en el año 1997, leyendo el hipotético informe de una misión extraterrestre enviada a estudiar la Tierra para ver si era posible un contacto intercultural:

“Después de observaciones repetidas y pruebas, hemos llegado a la conclusión (...) la especie más influyente parece ser la de unos bípedos de piel lisa que habitan en colonias con una rígida organización. Los dichos seres vivos habitan en hormigueros altos de forma generalmente rectangular con celdas individuales para cada subgrupo o en algunos casos para cada individuo. De estas celdas salen todos aproximadamente a la misma hora y aparecen revestidos de caparazones de diversos colores aunque todos obedecen a un patrón general que cambian con las estaciones. Después entran en unas cápsulas de superficie metálica con 4 ruedas y se agrupan en líneas apretadas unos detrás de otros a lo largo de canales cuidadosamente trazados y avanzan lentamente durante largo rato en direcciones contrarias, conducta extraña cuya razón no hemos podido averiguar. Esas máquinas producen grandes ruidos y humos que según nuestras conjeturas basada en la frecuencia y cantidad de esos humos, parece ser la atmósfera que necesitan respirar para sobrevivir y por eso la renuevan constantemente (...) al cabo de un tiempo en el mismo día se invierte el proceso y las cápsulas vuelven al mismo hormiguero del que habían partido. Una vez en ellos, se acomodan frente a una pantalla que no faltan en ninguna celda y en la que aparecen sombras y luces al mando de un botón, es posible que esa sea la manera que tienen de alimentarse y por eso no pueden pasársela sin ella (...)”

Y agrega más adelante:

“(...) los dichos bípedos se atacan entre ellos sin motivo alguno que parezca justificar la agresión, esto a veces entre individuos, a veces entre grupos y a veces entre clanes enteros por largos periodos. Nada hay en nuestros propios conceptos que pueda explicar tan absurda conducta. Por todas estas razones, hemos llegado a la conclusión pues que los bípedos de piel lisa no son seres racionales, que la inteligencia no se ha desarrollado todavía en el planeta Tierra y que por tanto es inútil hablar de un contacto cultural con los seres que hoy habitan la Tierra”.

El ser humano es un ser de raíces nómadas -hasta que conoció la agricultura y la tecnología-, por su salud tiene que estar en movimiento, el encierro lo enferma, enferma el cuerpo, el alma y la mente. Hay situaciones como la guerra que obligan al encierro, pero ¿Qué hay de las guerras que no se ven?, de esas guerras que no tiran bombas pero que matan gente, de esas guerras que existen aunque no se muestren en los noticieros. Las fronteras invisibles por ejemplo, que aparecen y desaparecen en Medellín reduciendo a las personas a espacios cada vez más reducidos bajo amenazas de bandas delincuenciales. Toques de queda impuestos por manos criminales que rompen lazos familiares y de amistad… “¡Usted no puede visitar su amigo de Francisco Antonio Zea porque usted vive en la 70 y esa zona es de los mondongueros!” se escuchaba hace algunos años en el barrio Castilla de Medellín, hoy se escucha en otros barrios. Frases que se van y vuelven con el pasar de los años. Las personas están confinadas y la segregación empeora el problema pues vuelve las personas agresivas y resentidas. Las barreras físicas (calles) ponen barreras mentales que no dejan a las personas volar. Afuera de las fronteras impuesta hay un mundo inmenso por conocer, que solo habitan, como dice Memo Ánjel en Sobre lo que pasa leyendo, los personajes y sueños “perfectos” de la publicidad donde las personas del común no se ven reflejadas.

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