Un perro llamado “Gato”
Había una vez un perro llamado “gato” que un día se fue a pasear lejos de la ciudad.
A “Gato” le gustaba caminar moviendo siempre su cola, también le gustaba dar muchas vueltas en los hidrantes rojos.
A “Gato” le gustaba ladrar en las noches a los gatos y a la luna, y en los días, esperaba ansioso fuera de los mercados un hueso que lo hiciera feliz.
“Gato” ya había recorrido muchos lugares y olfateaba con astucia cada hueso… hmmm, que delicia: este viene de allí, hmmm que delicioso este hueso es de allá.
Aunque “Gato” hacía todo lo que le gustaba, nunca se sentía lleno por más huesos que disfrutara.
“Gato”, triste, caminó a un parque a mirar la luna, sin poder maullar; de pronto se percata de una pequeña pececita que estaba en la ventana del panadero de aquel lugar, y con la mayor frescura le labra:
-¡Hola!, ¿cómo te llamas?-.
-Elefante- le dijo la pececita.
-¿Qué bonito nombre, ¿te gustaría jugar?-
-Claro que sí, pero primero dime el tuyo-
-¡Gato!, me llamo Gato-, dijo entonces orgulloso, ¿te gustaría enterrar algunos huesos?-.
-Lo siento Gato, tengo unas aletas muy cortas que no me sirve para escavar.-
“Gato”, triste, pero valiente, la invita a rondar algunos hidrantes.
-Lo siento “Gato”, somos muy diferentes creo que no podemos ser amigos-.
“Gato” con la cola caída y las orejas a rastras, se voltea y con ladrido bajo responde:
-Está bien, señorita Elefante me iré a ladrarle a luna en algún parque del mundo-.
Entonces grita la señorita Elefante: -Glup, glup: ¡la luna si que me gusta!-, y señor “Gato” en un salto de sorpresa y felicidad cargó en su espalda la bolita de cristal con agua y pez, y empiezan su viaje siguiendo la luna.
Señor “Gato” gritaba feliz: ¡Gua!, ¡Gua!.
Y madame “Elefante” bailaba mientras cantaba: ¡Glup!, ¡Glup!, ¡Glup!.
Es así como por los caminos nocturnos por donde caminan bailando “señor Gato” y “madame Elefante” se escucha un feliz coro, muy particular, de ¡Guas! y ¡Glups!.